Bailongu, escuela de baile
Este era el sentimiento compartido que el domingo 21 de septiembre llenó a tope la carpa de Bailongu en la plaza de Cataluña. Gente muy diversa, de todas las edades, noveles y veteranos, con camisetas de todos colores, se reunieron para dejarse llevar por el ritmo de Bailongu.
La carpa se convirtió en un espacio mágico en el que la música se tragaba las preocupaciones y las transformaba en sonrisas. Durante poco más de una hora, la carpa de Bailongu fue un espacio de baile, de alegría y de diversión. Y esta energía alegre y positiva se contagiaba a la gente que pasaba por la plaza y que, sorprendida, no podía evitar pararse a mirar aquel espectáculo. Los más tímidos miraban desde fuera siguiendo el ritmo con los pies o con la cabeza, mientras los más valientes aparcaban vergüenzas y entraban a la carpa para unirse a la fiesta contagiados de la alegría y el ambiente que se respiraba.
Cada cual bailaba lo que más le gustaba, pero muchos, la gran mayoría, lo bailaron todo con el mismo entusiasmo: los sinuosos pasos de la bachata, la picardía y sensualidad del burlesque, la energía vibrante del rock o el vitalismo de la salsa. Porque durante un rato lo único importante era bailar y pasarlo bien. Las cámaras de fotos de los turistas y visitantes sólo encontraban caras sonrientes, ojos chispeantes, miradas de complicidad. Ni una mirada seria, ni una cara preocupada. Dentro de la carpa sólo había lugar para el baile y para la alegría.
Y esta alegría y este ambiente son los elementos característicos del universo Bailongu. Un universo acogedor, abierto y dinámico, en el que todo el mundo es bienvenido y donde la gente comparte las ganas de bailar y de pasarlo bien. Algunos descubrieron este universo domingo, otros tienen la suerte de vivirlo intensamente desde hace años. Pero todos marcharon contentos, con una sonrisa de felicidad por haber compartido un momento Bailongu.
Septiembre 2014